SOLO EN UN FESTIVAL DE CINE… (1ª parte)

Fue durante el Festival de Cannes. Entré a ver una película iraní nada más llegar del blog 6aeropuerto, fue un error, era una película muy dura sobre las violaciones en la guerra. Así que al salir me metí en el primer salón de hotel en el que podía tomarme una copa gratis. Celebraban el estreno de otra película, no la que me ocupaba a mí, una película francesa a la que no había sido invitado, pero mi acreditación y mis contactos me permitieron entrar sin problema. Barra libre, y algunos colegas con los que me reencontraba un año después. A quien no me esperaba encontrar era al objetivo de mi viaje a Francia. Gary Flynn, actor y estrella de cine americano estaba sentado charlando con un grupo de cineastas entre los que se encontraba un guionista al que yo conocía bastante bien. Era tentador acercarse y charlar un rato, observarle discretamente alejado del glamour y la prensa, saber como se comporta cuando no es el foco de atención. Sin embargo ¿sería ético? Pues yo sabía quién era, pero él no sabía quién era yo. Me limité a espiarlo en la distancia mientras apuraba un segundo gin-tonic, parecía relajado, aunque participaba poco en la conversación, y, había que admitirlo, era aún más atractivo en persona que en la pantalla.

Mi plan se fue al traste cuando mi amigo Steve me descubrió y me hizo señas

 

para que me acercara a su mesa… bueno, ya no era cosa mía. Me acerqué a saludarle, Gary Flynn charlaba con una joven actriz al otro lado de la mesa.

— Justo la persona indicada — dijo Steve en cuanto me acerqué, mientras me introducía a su grupo de colegas — Jon fue corresponsal de guerra en Afganistán… — Estaban hablando justamente de la película iraní que había tenido la desgracia de ver, y la conversación giraba en torno a la desinformación sobre la realidad de las guerras en los países árabes. Era un tema que tenía ya muy trillado, pero para estos jóvenes cineastas indies aún resultaba apasionante. No me costó convertirme en el centro de atención, la guerra era sucia, y si la habías visto de cerca sabías la forma en la que todo se manipulaba, se negociaba, o tergiversaba. El foco de mi interés, sin embargo, seguía ajeno a nuestra charla. Gary Flynn tenía mucho más prestigio y aura de estrella que el grupo que charlaba a su lado, esto era algo que solo pasaba en los festivales de cine, donde las grandes estrellas consagradas se mezclaban con los artistas independientes que empezaban a dar sus primeros pasos en la industria.

— Cuéntales la historia de tu amigo, el periodista paquistaní… —  No, esa no era una historia que me gustara contar, y menos como anécdota de ocio para pseudo artistas ávidos de nuevas historias — a su amigo le torturaron y lo mataron los propios pakistaníes ¿no es verdad? — Si, era verdad, y no era una historia que me gustara contar. Pero aquello despertó el interés de la estrella de cine, y antes de que me negara a contar la historia me miró expectante desde la punta opuesta de la mesa con sus ojos azules, casi transparentes. Así que conté la historia de Umar que fue arrestado por escribir un artículo en el que desvelaba que el gobierno pakistaní liberaba a los terroristas talibanes arrestados durante la guerra.

— ¿Pakistán no era aliado de Estados Unidos en esa guerra? — preguntó la estrella de cine, y me sorprendió que estuviera tan bien informado.

— Pakistán y Estados Unidos son aliados por necesidad, pero se odian mutuamente. Siempre han tenido un doble juego, se dan la mano por un lado y se apuñalan por la espalda después.

Y los dos nos enfrascamos en una conversación sobre alianzas políticas que poco a poco fue aburriendo al resto de comensales. Una hora más tarde éramos solo Gary yo hablando de política internacional y conflictos bélicos el uno frente al otro a media luz en aquel pub de hotel. Y la muerte de mi amigo Umar volvió a surgir, por alguna razón, esta vez no me importó hablar de aquello. — ¿Erais buenos amigos?

Éramos algo más que amigos, pensé yo — La verdad es que no fue una sorpresa, no era la primera vez que Umar se metía en problemas, se movilizaba mucho por los derechos LGTB, y eso en un país como Pakistán es casi como ponerse una diana en la frente.

— ¿Fue por eso que lo dejaste?

— ¿El qué?

— Lo de ser corresponsal de guerra — así que había prestado atención.

— No, aquello me motivo más aún. Lo dejé cuando hicisteis presidente a Donald Trump — afirmé con sarcasmo para suavizar el tono dramático que estaba adquiriendo la conversación.

Gary rio — No fue culpa mía—protestó—. Yo no le voté.

— ¿Sabías que uno de los primeros cambios que hizo Trump fue despedir a toda la diplomacia internacional? gente que llevaba más de veinte años trabajando tanto para republicanos como demócratas, prácticamente cerró el departamento de diplomacia… Pero no es solo Trump, en todo el mundo los gobiernos están perdiendo la fe en las soluciones diplomáticas. A nadie le interesa ya la paz… lo que hace que mi trabajo resulte absurdo…

Y en ese momento ocurrió, no sé de qué manera, o de dónde surgió, fue algo completamente espontaneo, de pronto los dos estábamos en silencio, mirándonos a los ojos, esos ojos de acuarela que le aportaban una languidez melancólica a su mirada, y te hacía pensar que no podría haber sido otra cosa que actor. Puede que fuera solo un instante, unos segundos, pero fue como si nos besáramos con los ojos, y una descarga eléctrica se apoderó de todos mis órganos vitales. Y después, una breve sonrisa, que apenas asomó en la esquina de sus labios, justo en el momento que retiraba sus ojos, y esa sonrisa confirmaba que sabía lo que acababa de pasar. Y la conversación continuó, ahora más pausada, y en un tono de voz a penas más íntimo, pero con absoluta naturalidad y la política quedó a un lado en favor de asuntos más personales. Gary Flynn hablaba de un amigo que había muerto de una sobredosis, yo conocía aquella historia, pues había sido publicada en alguna parte, pero le dejé que la contara como si fuera la primera vez que alguien la escuchaba. Mientras él hablaba, yo le observaba, la forma en que mareaba el líquido en su vaso, sonreía con timidez, o bajaba los ojos para luego volver a posarlos sobre los míos.

Esto no podía estar pasando, me dije, estaba sentado junto a uno de los hombres más deseados del planeta, ya había sido bastante surrealista que nos encontráramos de forma tan fortuita en aquella fiesta, algo que solo podía ocurrir en un festival de cine, pero que estuviera flirteando conmigo… eso era del todo inesperado. Lo más desconcertante era que me gustaba que lo hiciera.

Vale, era una estrella de cine, con su melena oscura perfectamente despeinada, rostro en forma de diamante, barbilla definida, pómulos ligeramente marcados, piel perfecta y labios que dibujaban una sonrisa de película. Era difícil ignorar lo guapo que era, pero no era por eso. Llevábamos dos horas hablando, de política, de guerras, de viejos amigos, de la muerte, de la vida en general, y había sido extrañamente agradable. Tenía que decirle quién era ya, lo sabía, o acabaría siendo demasiado tarde. Pero no quería que terminara, y sabía también que en el momento que confesara, se acabaría. Cuando la culpa empezó a atormentarme, decidí ir a buscar otro gin-tonic — Voy a por una copa, ¿qué estás bebiendo?

— Agua con gas…

Yo empezaba a estar algo ebrio y él tomaba agua con gas, genial. Esto acabaría mal. Me dirigí hacia la barra, o más bien huí para aclararme las ideas un momento, y me entretuve más de la cuenta esperando a ser atendido por hacer tiempo. Con los dos vasos de líquido transparente me dirigía hacia nuestra mesa decidido a confesar y acabar con esto, cuando Gary me pilló por sorpresa interceptándome a mitad de camino — ¿Nos vamos? — Una pregunta sencilla, con consecuencias complicadas.

Lo confieso: soy un canalla, un cobarde despreciable. O quizás fueran los cuatro gin-tonics que ya me había tomado. Le di un trago largo a mi copa antes de abandonarla en la bandeja de algún camarero, y me fui con él sin contarle la verdad.

El actor tenía una suite en ese mismo hotel, aunque no subimos juntos, jugamos al despiste por el camino tomando ascensores distintos, fingiendo no conocernos, y nos reencontramos en la puerta de la habitación que estaba reservada con el nombre en clave de Harry Potter. Así era como los famosos protegían su privacidad, así era como Gary Flynn mantenía en secreto sus preferencias sexuales. No era mi estilo, siempre había hecho gala de no esconderme, pero no era asunto mío, y yo tampoco estaba siendo sincero… o puede que me justificara porque mi cuerpo se negaba a hacer lo correcto, y marcharme ahora que aún estaba a tiempo.

— ¿Harry Potter? — pregunté cuando ya estábamos solos en su habitación.

— ¿No te gusta Harry Potter?

— No lo he leído…

— ¿No has leído Hary Potter? ¿Qué tipo de infancia tuviste?

— Ya era demasiado mayor cuando se editó Harry Potter…

— Te conservas bien, anciano…

— Y tú disimulas bien la adolescencia…

— Ja, ja, ja…

Cuando se apaciguó su risa, lo tenía tan cerca que podía oler su aliento, nuestros labios a un suspiro de tocarse, yo aún no había ni mirado la enorme habitación pues sus ojos me tenían atrapado. Le rodee con mis brazos por la cintura, y él hizo lo mismo sobre mis hombros. Era un chico menudo, notablemente más bajo que yo — que soy tipo grande— algo que no se advertía cundo lo veías en sus películas, seguramente porque sus compañeras de reparto eran igual de pequeñas. Al fin nuestros labios se unieron con naturalidad, como si fuese algo que hiciésemos todos los días, un beso húmedo y sensual que se alargó. Me pregunté por qué resultaba tan familiar besar a la estrella de cine, ¿sería porque le había visto hacerlo tantas veces en una pantalla? O tenía algo que ver con la forma en la que aquella velada parecía andar sola sin necesidad de forzar nada, como si alguien lo hubiese escrito antes y solo siguiéramos el guión.             — Me parece haber oído a tus fans llorando por las esquinas — bromeé entre besos.

— Vaya, empezaba a creer que no sabías quien era.

— Creo que eso es imposible…

— No habías dicho nada…

— Intuía que no tendrías ganas de hablar de trabajo.

— Te sorprendería lo egocéntricos que somos los actores — me gustaba su sentido del humor, que iba aumentando a medida que se sentía más cómodo. Y me gustaba que se sintiera más cómodo. Volvieron los besos, su lengua cálida en mi boca, su respiración absorbiendo la mía, sus manos que empezaban a recorrer mi cuerpo, la sensación de su piel firme y tersa mientras le desabrochaba la camisa. Le besé el cuello, y seguí el recorrido de su piel hasta sus pequeños pezones que rodeé con la lengua y los labios. Él mi quitó la camiseta, yo le desabroché el pantalón negro para acariciar su culo perfecto, le agarré con fuerza, nuestras pollas duras se acariciaron mutuamente, devorando otra vez su cuello, su barbilla, su oreja, hasta hundirme entre su pelo, con el eco de sus gemidos — ¿Vas a follarme? — le oí susurrar — ¡joder, dí que vas a follarme…!

Tomé su precioso rostro entre mis manos, y volví a mirarle a los ojos. No quería que acabara, pensé, y le mordí suavemente el labio inferior. ¡Joder, no iba a decirle nada! Me iba a meter en un lio, pero no podía dejar que acabara —Si, me muero de ganas de follarte…  —le aseguré. — Joder, eres tan…

— No lo digas — me interrumpió, con un gesto de entre dolor y hastío, dando a entender que no quería oír una vez más lo guapo que era.

— ¿cómo sabes lo que voy a decir?

— No hace falta, ¿podemos pasar a la parte en la que vas a follarme?

Lo cogí en brazos y él se agarró a mi cintura con sus piernas sin que nuestros labios se separaran, y lo atrapé contra la pared — Iba a decir que no sé cómo soportas lo feo que eres… —  y Gary empezó a reírse, mientras yo besaba todo su cuerpo manteniéndolo en volandas contra la pared — no me gusta nada este culo prieto que tienes, ni estos horribles pezones… — sus estómago se sacudía por las carcajadas contenidas,  yo volví a mirarle — y esa sonrisa… ¿en serio?

— Para… —consiguió decir entre risas.

— …totalmente repulsiva… — y su risa volvió a ceder a mis besos. Sin mucho esfuerzo me lo llevé a cuestas hacia la cama, tropecé por el camino con los dos escalones que separaban una zona de salón de la zona de dormitorio de la lujosa habitación, pero conseguí recuperar el equilibrio, y Gary no se soltó en ningún momento. Finalmente nos dejamos caer entrelazados sobre la cama doble, el debajo, y yo encima seguí besando y lamiendo todo su cuerpo, era tan increíblemente sexy. Seguí el camino de su línea alba hasta el borde de su pantalón desabrochado, y me fui deshaciendo del resto de su ropa mientras mi boca le buscaba, mi lengua viajó por el tronco de su polla, me entretuve rodeando su glande con mi lengua, con el delicioso sabor del líquido preseminal en la boca, y su polla entro completa hasta mi garganta, lo oí mascullar y gemir —¡Oh, Dios! —y yo quise escuchar más, así que seguí subiendo y bajando, acariciando su dureza mientras él se retorcía de placer agarrándose a las sábanas. Era insoportablemente delicioso, quería ver como se corría, pero cuando estaba a punto de hacerlo, me frenó —no, para, quiero que me folles… ¡ya!

—Tus deseos son ordenes…

Él se estiró para coger lubricante y condones, yo me acomodé entre sus piernas, me chupé el dedo medio, y empecé a jugar con su orificio, mis manos también eran grandes y el volvió a gemir cuando metí un primer dedo hasta el fondo, mientras acariciaba sus pectorales con la otra mano, volví a besar sus labios sin dejar de follarle con los dedos, primero uno, luego dos, y tres. Al fin la punta de mi pene empezó a abrir el camino en su estrecho agujero y Gary exclamó con ímpetu —¡Joder! ¡Sí! —. Se estaba volviendo loco con cada embestida, y verlo era demasiado, su gesto de éxtasis tan hermoso… no iba a aguantar mucho más. Comencé a masturbarle, siguiendo el ritmo de mis caderas, sus jadeos cada vez más intensos, y cerró los ojos y se mordió el labio justo en el momento en el que llegó al orgasmo y su semen se desparramó por mi mano. Aceleré el ritmo de mis embestidas mientras él aún se estaba corriendo, y esta vez fui yo quien gimió y blasfemó cuando el orgasmo se extendió por todo mi cuerpo.

Después le cuidé un poco, le limpié, le traje agua del minibar, y al fin me fijé en la exuberante suite. Sobre una mesa se amontonaban carpetas con la portada de su última película, dosieres de prensa seguramente, y una punzada de pánico me agitó cuando entendí que mañana volvería a estar aquí por otro motivo. Cuando volví a la cama Gary sonreía, aún desnudo entre las sábanas revueltas, en algún momento había dejado de ser Gary Flynn y solo era el chico encantador que había conocido en un bar. —No me mimes tanto — dijo —me voy a acostumbrar —y volví a desechar una confesión. Me tumbé a su lado y durante unos instantes volvimos a quedarnos en silencio, mirándonos a los ojos, y no era incómodo para nada, al contrario, era como si nuestros ojos supieran que decirse. —Hacía mucho que no echaba un polvo — confesó.

—¿Tú? ¡venga ya! No puede ser…

—Es mucho más complicado de lo que imaginas… —otra vez la culpa. —Pero contigo… no sé, ha sido fácil… no quiero decir que seas fácil… — titubeaba confundido, y era adorable — me refiero a que… no lo sé, ha sido… como muy…

—¿Natural? — aporté yo.

—Sí, justamente eso… estoy a gusto contigo…

Y tuve que besarle otra vez porque era irresistible — Tu también me gustas — y más besos — y no porque seas una estrella increíblemente sexy… bueno, por eso también —bromeé — Ha sido una noche increíble…

Y seguimos charlando apaciblemente, acariciándonos y besándonos, hasta que quedó dormido entre mis brazos, y me acomodé a su lado con el olor de su pelo y su piel, al fin dejé que el sueño me venciera pensando “a la mierda, no voy a estropear esto”.

Pero sobre las cinco de la mañana me desperté de golpe, y cayó sobre mí todo el peso del remordimiento sin tregua. Me levanté, me puse los pantalones y empecé a dar vueltas por la habitación. Este tío me gustaba, me gustaba mucho, y todo se iba a ir a la mierda y me puse a pensar que esto debería haber ocurrido de otra forma, deberíamos habernos conocido en otras circunstancias, aunque era posible que de otra forma no nos hubiéramos encontrado nunca.

—¿Va todo bien? — la voz de Gary interrumpió mis pensamientos, me observaba desde la cama con los ojos medio cerrados.

—Tengo que contarte algo…

Gary se incorporó en la cama con gesto preocupado —¿Qué pasa?

Dejé escapar un suspiro largo de rendición antes de seguir —Mañana… bueno, dentro de unas horas, tienes una entrevista con Rolling Stone después de tu estreno…

—Tengo muchas entrevistas…

—Pues yo soy una de ellas —lo dije al fin.

Gary se sentó en la cama de un bote —¡¿Qué?!

— Tengo que entrevistarte esta tarde, para eso he venido.

Un gesto de pánico se apoderó de Gary, se levantó de la cama tapándose con la sábana, de pronto con pudor —¡Joder! — gritó, y volvió a repetirlo unas cuantas veces — ¿Qué clase de encerrona es esta? —seguía gritando, ahora moviéndose por la habitación.

—No es ninguna encerrona… ¿en serio crees que podría haber planeado algo así?

—¡Y una mierda, tu no vas a entrevistarme! —estaba fuera de sí, buscando su ropa por la habitación —voy a llamar a mi abogado…

Buscaba su teléfono entre sus cosas mientras yo intentaba explicarme —No necesitas llamar a tu abogado… Escucha, tenía que decírtelo, pero esto queda entre nosotros…

—No jodas, tendrías que habérmelo dicho en cuanto abriste la puta boca…

—Te juro que llevo toda la noche queriendo decírtelo…

—…pero querías saber hasta dónde llegaría ¿verdad?

—No quería fastidiarlo… —Gary no me dejaba terminar una frase, me atacaba histérico, no le faltaban razones para estar cabreado, pero empezaba a pasarse.

—¡Enhorabuena! Buen trabajo periodista, me has pillado, si soy gay, pero si crees que vas a vender una puta exclusiva lo llevas claro…

—¿Crees que me importa algo? ¡No voy a por ti, joder! ¡No me interesa! — cuando le grité de vuelta, Gary al fin se calló y escuchó. — Yo cubría la guerra, me metía en primera línea de batalla para hacer fotos de soldados heridos, y entrevistaba a madres a las que a sus hijos les habían reventado la cabeza. ¿Crees que me interesa el cotilleo de a quién se folla Gary Flynn? No soy esa clase de periodista… — Gary me miraba en silencio — Mira, no voy a contar nada de lo que ha ocurrido esta noche, y no solo porque va en contra de todos mis principios como periodista, no tengo ningún interés en fastidiarte porque me encantaría volver a verte. —Y volvíamos a mirarnos de esa forma que me traspasaba.

—No puedes hacer la entrevista…

—y ¿Qué explicación quieres que dé…? —Me acerqué hasta y él retrocedió — podemos hacerlo, sé que es una putada, pero serán solo veinte minutos, yo hago mis preguntas, tu responde, lo de siempre, solo escribiré lo que pase en la entrevista, lo juro. —Me daba cuenta de que intentaba confiar en mí, pero seguía lleno de dudas.

—¿No vas a preguntar por qué miento, y todo eso?

—No es asunto mío.

—¿Aun así quieres volver a verme?

Volví a acercarme, y esta vez no se movió —Me encantaría — dije mientras acariciaba su brazo lentamente hasta que mis dedos se enredaron entre los suyos.

Pero entonces, Gary volvió a apartarse, y bajó la mirada —Es mejor que te vayas — dijo con frialdad.

—Gary…

—Vete, por favor.

Recogí mis cosas detenidamente, con la esperanza de que cambiara de parecer en algún momento, pero Gary ni siquiera me miraba. Justo antes de salir de la habitación, la estampa de la estrella de cine con la mirada perdida entre sus dudas e inseguridades era la imagen de la soledad. Era culpa mía, desde el principio supe que acabaría así, y no hice nada por evitarlo.

Continuara…

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