Montañas, cuevas y tacones…

Llevo algún tiempo sin subir un relato… he estado trabajando en una novela nueva y no he tenido tiempo. Os dejo un fragmento de lo que tengo entre manos y que espero que pronto esté a la venta.

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          Por la noche, de vuelta en el refugio, volvían a charlar dispersos por la pequeña sala común, a media luz, algunos en sillas, otros en el suelo, bebiendo buen vino, riendo y charlando afablemente. En la penumbra de la habitación, desde la otra punta, Iván descubrió al fotógrafo mirándolo fijamente. Los ojos cristalinos de Roy se fijaban en los suyos, un instante, luego se iban a otra parte, pero sin soltarle del todo, pues en un parpadeo volvían a engancharle. Era una forma de mirar concreta, una mirada que le hablaba, y que enviaba un mensaje alto y claro: Lo deseaba. Comenzó un juego de mirar a un lado, a otro, y volver una vez más a posarse en el objeto de deseo, incluso de permitirse contar alguna anécdota que hacía reír al resto, pero sin alejarse del todo. Volvían a buscarle, a asegurarle que no se olvidaba de él. Iván resistía la tentación de huir de sus ojos, y le respondía también con la mirada, le decía que sabía lo que significaba esa forma de mirar, y que él también deseaba lo mismo. Se sentía traspasado, hinchado, desbordado, cada poro de su cuerpo entregado por completo a los ojos azules que le acariciaban, atrapándole en ese diálogo privado que mantenían en el silencio. La noche avanzaba, ajena a ellos dos, y aunque era consciente de que todo seguía moviéndose a su alrededor, la realidad se le antojaba ahora fingida, solo como una representación de la realidad que había sido hasta ahora. Iván nadaba en su mirada, se sumergía en el deseo líquido de sus ojos, se dejaba tocar, se dejaba arrastrar por el anhelo de lo que sabía que iba a ocurrir. No sabía en qué momento, cómo, cuándo, pero ocurriría, se lo susurraban el uno al otro, y la expectación a la promesa de sus ojos convertía su cuerpo en barro. Le faltaba el aire para respirar, y el corazón estaba a punto de cabalgarle fuera del pecho bajo la luz cálida del anochecer, en la que reposaban todos, ociosos, distraídos, mientras que Iván flotaba sin saber cómo contenerse.

          La velada se agotó despacio, y ya de madrugada se encaminaron todos hacia los dormitorios, cansados y diletantes. A Iván le pareció que el tiempo agonizaba con demasiada lentitud, no veía la hora de que desaparecieran todos, y que la noche y el silencio propiciaran el secreto. Esperaba alguna señal de Roy, que no llegó, y se sintió torpe por no saber qué se esperaba de él. Mientras aguardaba en su cuarto a que se dejaran de escuchar voces que aún tenían una última cosa que decirse, puertas que aún se cerraban o abrían, las dudas empezaron a comérselo. ¿Se le había escapado algo? ¿Había mal interpretado las señales como ya había hecho aquella otra vez con el chico moreno? No, había ocurrido, lo sabía, y aun así dudaba. Cuando al fin la cabaña quedó en silencio, se decidió a salir, caminó por el suelo de madera procurando no delatarse, esforzándose por ser imperceptible. Y se detuvo ante la puerta en la que sabía que estaba él. Y aún dudó un rato más. Le temblaban las piernas y el corazón le ametrallaba en el pecho, si lo iba a hacer, sería mejor hacerlo cuanto antes, alguien podía volver a salir de un cuarto en cualquier momento, y sus intenciones quedarían expuestas sin remedio. Pensó en una excusa, algo que poder decir si el gesto de él no era lo que esperaba, pero todas las que se le ocurrían le parecían pobres. Así que dejó de pensar. O lo hacía o no, y antes de que su cabeza se hubiese decidido, su puño ya estaba llamando a la puerta. Y cuando, tras un breve silencio, escuchó el ruido de la puerta amenazando con abrirse, sintió vértigo, y por un instante quiso salir corriendo, como cuando eran pequeños y tocaban el timbre de algún vecino y corrían a esconderse para espiar su gesto desconcertado.

          La puerta se abrió. Un Roy a medio vestir lo recibió al otro lado, lo miró a los ojos, y no hizo falta inventar excusas, pues una ligera sonrisa de complicidad asomó en aquel rostro atractivo en cuanto lo vio. No dijeron nada, Roy se apartó, le invitó a pasar, y cerró la puerta tras él. No se alejó mucho, aún temblaba de miedo, se quedó allí mismo, pegado a la pared junto al marco de la puerta, y otra vez le engancharon esos ojos del color del agua, la intensidad de su mirada, y le pareció más guapo que nunca. Roy apoyó una mano sobre su cadera, y bastó ese ligero gesto superficial, ese mínimo contacto con su piel, para que una vibración intensa se extendiera despertando cada átomo de su cuerpo. Entonces lo atrajo ligeramente hacia él, se acercó lentamente, sin perder sus ojos, hasta rozarle con su aliento, y se le cortó la respiración. Su boca tan cerca de la suya era una agonía, y al fin, sus labios, cálidos, suaves se posaron sobre los suyos, despacio, buscando hacerse un lugar en su boca. Ahora su otra mano sobre su espalda, lo atrajo un poco más hasta apretarle contra su cuerpo, sus pelvis chocaron, notando el contacto duro en sus pantalones, al tiempo que su lengua entraba entre sus labios y exploraba, de pronto con brusquedad, en su interior, su cuerpo entero se estremeció con aquella transgresión deliciosa de su cuerpo. Era la primera vez que lo besaba un hombre, el recuerdo de los años que llevaba anhelando sentir eso hizo que se le humedecieran los ojos y sintió vergüenza al notar que no era capaz de controlar la emoción que le sobrecogía. — Lo siento — susurró, sin saber muy bien por qué.

          — ¿Quieres que pare?

          — No — saltó enseguida — No, por favor… —alcanzo a decir con la voz entrecortada.

          Roy sonrió, y se mordió el labio inferior en un gesto increíblemente sexy. Rodeó su cara con las manos y volvió a besarle, y esta vez Iván también le atrapó entre sus brazos, con fuerza, para que no se alejara, y disfrutó del contacto de sus lenguas traspasándose sedientas. Su respiración tan henchida que parecía querer escaparse. Pensó que no podría aguantarlo, que era demasiado, todo su cuerpo despertaba de una forma que no reconocía.  Las manos expertas de Roy se colaron bajo su camiseta, y en un movimiento decidido, se la quitó por encima de la cabeza, la tiró al suelo, y antes de que Iván pudiera corresponder a la iniciativa, estaba ya lamiendo su cuello, bajando hasta uno de sus pezones, y al sentir un ligero mordisco, dejó escapar un gemido que parecía un lamento. Volvió a besarlo, y sin darle tregua, Roy empezó a desabrocharle el pantalón, lo suficiente para poder colar sus manos cálidas, rodear su culo y estrujarle hacia su erección, restregándose contra él con ímpetu. Iván estaba completamente perdido, la respiración entrecortada, cada parte de su cuerpo sobrepasada por el contacto con el otro cuerpo, sus dos pollas rozándose, sus bocas devorándose, sus manos acariciando. Ardía. Cada poro de su piel parecía estar en llamas. Él era el fuego que le quemaba, y a la vez era el agua que podía calmarlo. Cuando Roy se abrió paso entre sus glúteos y llegó al contorno de su orificio, cuando empezó a acariciarlo, suavemente, solo con la punta del dedo, sin soltar el resto de su cuerpo, ni su boca, Iván no pudo contenerse más, entre espasmos y gemidos descontrolados estalló en un orgasmo como ninguno que hubiese tenido antes — ¡Oh, dios! ¡Joder! — Y aún con los espasmos del orgasmo que se prolongaba en sus pantalones, y el cuerpo entero temblando de placer, volvió a sentirse avergonzado. — Lo siento — repitió, apoyando la frente sobre el hombro del fotógrafo, que soltó una discreta risilla antes de empezar a lamerle la oreja.

          — ¿Tu primera vez con un tío? — preguntó, solo por certificar algo que ya imaginaba.

          — Mi primera vez… del todo…—confesó.

          — Vaya. Qué responsabilidad—. Siguió entreteniéndose con su oreja, pasando la punta de la lengua por el contorno, luego mordió el lóbulo, para continuar bajando por su cuello hasta su clavícula. Iván empezó a jadear otra vez, con la respiración agitada, era absolutamente extasiaste, y notó como empezaba a endurecerse otra vez. Para cuando su lengua volvió a entrar en su boca, profunda, hasta alcanzar su garganta, volvía a estar completamente rendido ante él.

          — Anda, a ver si esta vez conseguimos llegar a la cama antes de que te corras otra vez — bromeó el joven de ojos azules que lo tenía completamente poseído.       Roy lo guio hasta dejarlo tumbado boca arriba sobre el colchón, luego se sentó sobre sus muslos, con una rodilla a cada lado y al fin se quitó la camiseta, quedándose solo con unos boxers de licra oscura ajustados. Iván pudo admirar entonces su cuerpo, los músculos marcados de sus pectorales, y sus brazos perfectamente formados, un tatuaje étnico en tinta negra le cubría el hombro izquierdo, rodeando su brazo hasta la línea de la camiseta, y parte del pectoral, y volvió a sentirse intimidado. Sabía que él también tenía un cuerpo atractivo, no era eso, era la constatación de saber que estaba a años luz de él, a su lado solo se sentía un crío inexperto, ingenuo, ignorante.

          Roy se había colocado a cuatro patas sobre él, y volvía a besarle. — Tengo ganas de hacerte tantas cosas — le susurró al oído, y la vibración de su voz grave consiguió que se le erizara la piel, podría haberse corrido solo con escuchar esas palabras. Y antes de que pudiera pensar una respuesta, el fotógrafo ya estaba lamiendo la línea de su abdomen hasta su ombligo. Y siguió bajando hasta el borde de su pantalón semi abierto, jugando a enredarse entre su pelo púbico mientras empezaba a tirar de sus vaqueros para quitárselos, y fue tirando hasta liberar su pene que volvía a estar tan duro como la primera vez. Roy se incorporó lo suficiente para seguir tirando y liberarlo por completo de su ropa. Luego se quedó un momento admirando su cuerpo desnudo, e Iván tuvo que luchar contra la tentación de cubrir su desnudez ante los ojos ávidos del fotógrafo. — Sí que estás bueno, Capitán América — dijo, y se mordió el labio inferior con esa media sonrisa tan sexy, como si se relamiera ante un menú exquisito, justo antes de volver a inclinarse sobre él para empezar a lamer el tronco de su polla con entrega absoluta. Iván tuvo que agarrarse a la almohada y cubrirse la cara para que no se escucharan sus gemidos violentos por todo el refugio. Bastó que rodeara su glande, y en cuanto envolvió su polla dura con la boca dejándola entrar hasta el fondo, Iván no pudo contenerse una vez más, y su semen salió disparado en su garganta sorprendiendo también a Roy que no imaginaba la precocidad de su joven amante.

          — Normalmente se avisa, capullo — dijo limpiándose algún resto de semen de la barbilla.

          — Joder, lo siento…

          Roy volvió a ponerse sobre él — deja de pedir perdón.

          — Lo sien… ¡mierda!

          Roy sonrió antes de besarle otra vez. Notar el sabor de su propio semen en su boca le pareció lo más erótico del mundo. — Quiero hacértelo yo a ti — se atrevió decir.

          — Venga — y el joven de ojos azules se desnudó rápidamente, sin pudor, sin vergüenza, y se tumbó sobre la cama para ofrecerse, sujetando su enorme polla con la mano, acariciándose a sí mismo, preparándose para su boca. Le llamó la atención la piel desnuda, carente de vello púbico alrededor de su pene y sus testículos, perfectamente afeitados y limpios de una forma como jamás había visto en un hombre. Iván se arrodilló entre sus piernas, y fue directo al grano, recorrió el tronco de su polla con la lengua, al llegar a la punta de su glande notó el sabor salado del líquido preseminal, provocando un ligero gemido de placer cuando rodeo el glande de su amante con la boca. Tenía tantas ganas de conseguir que se retorciera de placer como había hecho él, quería hacerlo bien, y se entregó por completo, pero no tardó en darse cuenta de que era demasiado grande para su boca, y los torpes intentos que hizo para metérsela hasta la garganta solo le hicieron ahogarse. — Espera— indicó el fotógrafo — cógela con la mano aquí abajo. —Roy le dio instrucciones, e Iván enseguida se afanó en cubrir su pene por completo entre su mano y su boca, lamiendo y succionando con esmero, acariciando arriba y abajo, consiguiendo que el joven de ojos azules jadeara ahora con más fuerza. — Espera, despacio… — volvía a indicar — si sigues así voy a correrme… — pero Iván no paró, quería eso precisamente, quería que se volviera loco, que no pudiera contenerse. — Iván, joder, para… — siguió entre jadeos, y escucharle pronunciar su nombre solo sirvió para que se afanara aún más — voy a correrme… ¡ah! ¡ostia! —. Y el chorro de líquido caliente salió despedido dentro de la boca de Iván. No había previsto que fuera tanto, ni que fuera tan amargo, quería tragarlo, como había hecho él, pero una arcada inesperada le obligó a correr al baño atragantado con la invasión inesperada. Mientras intentaba recuperar el aliento, escuchó la risa de Roy en la habitación, y una vez más le atormentó su sentido del ridículo. Una vez recompuesto, se apoyó en el marco de la puerta del baño para observar a Roy que se partía el culo a su costa, y al fin también él se rio de sí mismo:

          — No te burles, es cruel— se quejó.

          — Anda, ven aquí — dijo indicando que se tumbara a su lado. Iván obedeció, y cuando ya estaban tumbados uno al lado del otro, el fotógrafo se acercó y lamió algún resto de su propio semen que había quedado en su cara, y a Iván se le cortó la respiración unos segundos por lo erótico de aquel gesto.

          — Escucha, no deberías hacer eso, tragarte el semen de cualquiera sin tomar precauciones.

          — Tú lo has hecho.

          — Ya, pero tú eres virgen. Tranquilo, no voy a pegarte nada, yo estoy sano, pero nunca te fíes de nadie de esa forma ¿vale?

          — Vale…

          — Aunque creo que no te has tragado suficiente para pillar nada — y una vez más empezó a reírse. — Bueno, creo que necesito dormir un rato, un tío muy sexy me ha machacado hoy en una cueva.

          — Claro — Iván se incorporó para vestirse, y Roy lo detuvo.

          — ¿A dónde crees que vas? Anda, ven aquí — lo atrapó de la muñeca, y volvió a tirar de él hacia la cama. Iván se tumbó a su lado, y Roy lo rodeó con un brazo antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño. Esto también era nuevo para él, jamás había dormido desnudo junto a otra persona, con el olor a sudor y sexo entre las sábanas y el calor del cuerpo de aquel hombre atractivo acariciando el suyo con cada respiración. Era un regalo completamente inesperado y maravilloso. Le costó conciliar el sueño con la mente abrumada por tantos nuevos estímulos.

 

 

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