JUEGO DE NIÑOS

JUEGO DE NIÑOS

Pau era el capitán del equipo. Un chico alto, no demasiado musculado, moreno, ojos verdes, con cara de no haber roto un plato en su vida y una sonrisa siempre dispuesta. Era amable. Era el único que era amable con los novatos como yo, el resto del equipo se sentía con derecho a menospreciarte o hacerte putadas. Ese era el precio de ser el nuevo, la absurda lógica masculina de la iniciación, de merecerse el puesto, o ganarse el respeto con sufrimiento. No me preocupaba, sabía que yo tenía un As en la manga: era rápido. No era el más fuerte ni el más ágil, seguramente tampoco el más inteligente, pero sabía que era jodidamente rápido. El entrenador tardó solo en par de días en percatarse, aunque me hizo esperara aún un par de semanas más antes de cambiar la estrategia del equipo.

—…le pasáis la pelota a Matías, Jordi y Gerald cubrirle…

—¿Matías? ¿Por qué Matías? —protestó quien hasta entonces había ostentado el título de wing estrella del equipo —es un novato…

—Es más rápido que tú, Xavi —le respondió Pau con sorna y el resto tuvo que darle la razón. Así que, adelante, podéis esconderme las zapatillas, y untarme los calzoncillos en aceite, pero sabéis que me vais a necesitar en el campo.

Estaba siendo un año de novedades para mí. Salir de mi pueblo, mudarme a Barcelona, independizarme, empezar la universidad. La vida en las grandes ciudades es muy distinta a lo que estaba acostumbrado. También el comportamiento de mis nuevos compañeros de equipo era una novedad. Pau saludaba a los compañeros más antiguos con dos besos. Nunca había visto a un chico saludar así a otro chico, aunque nadie parecía molesto o sorprendido. Su comodidad con su propia desnudez, y con la de los demás también era algo nuevo para mí. Mis antiguos compañeros de instituto eran mucho más pudorosos, se envolvían con una toalla, buscaban la privacidad y la intimidad para cambiarse. Fue algo chocante verlos a todos caminar con sus pollas y testículos colgando, bromeando entre ellos, incluso peleando y jugando completamente desnudos. Debo confesar que me costaba apartar la mirada de esa desnudez ostentosa de la que todos hacían gala. Y rezaba para que no se me acercaran y me rozaran con sus genitales peludos y colgantes, pues no sabría cómo reaccionar si lo hicieran. No estaba acostumbrado a este tipo de contacto entre hombres. El que más me inquietaba era nuestro capitán y su manía de plantarse ante mí en pelotas para empezar una conversación.

—Bien jugado hoy, Matías —como buen capitán solía felicitar a los jugadores después de un partido, tanto si ganábamos como si perdíamos…

Tenía un cuerpo precioso que era difícil dejar de mirar. En especial su polla, era perfecta. Nunca había visto una polla que me pareciera tan… bonita, no era de extrañar que le gustara lucirla. A ver… no es que me dedique a mirar las pollas de los tíos. Soy hetero, lo sé, he tenido unas cuantas novias, pero sé distinguir a un tío guapo y no me preocupa admitirlo. Y Pau era, sin lugar a dudas, un tío muy guapo.

Su falta de pudor me desconcertaba. Lo había visto empalmado más de una vez en las duchas, procuraba no mirar, pero, joder, era difícil evitarlo. Entonces no sabía que ese era solo el preludio para una de las noches más surrealistas de mi vida.

Comenzó en las duchas. Bueno, en realidad un poco antes. Estábamos a punto de empezar la liga y el entrenador nos pidió a Pau y a mí que nos quedáramos tras el entrenamiento para concretar algunos aspectos de las juagadas estratégicas. Ya nadie cuestionaba mi posición en el equipo, y me gustó que me llamara: me gustó especialmente la mirada de odio de Xavi al saberse superado. Cuando entramos en el vestuario, el resto ya se estaba despidiendo.

Pau y yo nos quedamos a solas charlando, y me gustó esa complicidad con él…

—¿Veinte? Eres mayorcito para ser un novato…

—Repetí.

—Yo también repetí curso. En sexto. Me pareció una putada entonces…

—Ya, mi padre casi me mata…

Nos desnudamos y fuimos juntos a la ducha, como de costumbre, solo que no había nadie más. La charla continuó bajo el chorro de agua, y yo lo estaba disfrutando. Hasta que me fije que estaba empalmado. ¡Qué cojones! —Bueno, a mi me vino bien para espabilar, ¿Sabes? —seguía explicando él, como si nada —a veces viene bien un toque de atención, para dejar de hacer el gilipollas… — Intenté ignorarlo, hacerme al tonto, y acabar con mi ducha cuanto antes. Entonces soltó un ligero gemido, casi imperceptible, pero los suficiente para llamar mi atención, y al girar la vista, vi que estaba con los ojos cerrados, el rostro bajo el chorro de agua, y su mano acariciando lentamente su polla sin reparo… un tío se la está cascando a mi lado en la ducha, y ¿qué hago yo? Me quedo mirando, petrificado sin poder apartar los ojos de su polla dura y larga, peor aún, se me empieza a poner dura a mi también.  Me he quedado sin palabras, y por un instante pierdo la noción del tiempo, solo existe esa cúpula rosada que aparece y desaparece entre los dedos de Pau. Hasta que —¿Qué? ¿te vas a quedar mirando? —suelta él. Y me doy cuenta de que está mirando cómo lo miro yo a él. ¡Mierda!

—¡Perdona! —suelto torpemente mientras huyo de la ducha.

En la zona de vestuario me visto casi sin secarme. La idea de que él salga desnudo una vez más, y estemos a solas en el cambiador me horroriza. Salgó finalmente a la calle con el pelo empapado y la camiseta pegada al cuerpo aún húmedo.

Sali huyendo de Pau, pero me pasé la noche sin poder dejar de pensar en la escena de la ducha, intentando dale un significado, si lo tenía, o más bien queriendo convencerme de que no tenía importancia, que Pau era así, descarado, que tal vez yo no estaba acostumbrado, que me había comportado de forma infantil… y a la vez dándome cuenta de que no me creía nada. La idea de encontrarme con él en el entrenamiento del día siguiente, de jugar el primer partido de la temporada el martes, se me está atragantando.

Y aquí estamos, es sábado y he sido un autentico desastre durante todo el entrenamiento. Estoy desconcentrado y el entrenador me da la charla al terminar. He vuelto a quedarme atrás, aunque casi lo agradezco, incluso alargo el tiempo para llegar el último con la esperanza de no cruzarme con nadie —no cruzarme con Pau —pero según me acerco al vestuario lo veo. Ya se ha vestido, menos mal, pienso, pero antes de que entre él me ve y se acerca a mí.

—Eh, Matías. Oye, esta noche unos cuantos subimos a la montaña a pasar la noche. Es una especie de rito que hacemos antes de empezar la temporada. Jugar un partido, unas cervezas, pasar el rato, ya sabes… ¿te vienes?

—¿Van todos?

—No, solo unos pocos, y también algunos antiguos compañeros.

Y me pregunto por qué me siento halagado de que me haya invitado. Deshecho las dudas acerca de la escenita de la ducha, pues descubro que tengo muchas ganas de ir, y que me gusta que me haya invitado.

—Claro, sí. Genial…

—¿Te pasamos a buscar? Tengo sitio en mi coche.

Unas horas más tarde, Pau me recoge cerca de mi casa. En el coche van con él Xavi y un tal David, un defensa de espaldas anchas que había estado en el equipo hasta el curso pasado. Los dos me miraran con gesto de desconfianza al verme subir, y vuelvo a preguntarme por qué me decepciona que no viajemos solos en el coche, por más que me repita que es mejor así. Será porque se nota que no les caigo muy bien a los otros dos, de hecho, se pasan el viaje insinuando en una especie de lenguaje codificado que es un error que Pau me invitara a su fiestecita particular.

—y ¿Qué haremos con este si no nos sigue el juego?

—¿Te gustan los deportes de riesgo? —pregunta David.

—Claro.

—¿Sueles apostar?

No sé de qué van, pero me da igual —¿Pasta?… No.

—Nos va a joder la noche… —protesta Xavi.

—No lo hará —me defiende Pau.

—¿Cómo estás tan seguro?

—¿Alguna vez me he equivocado?

—Eso es verdad —admite David—. Y siempre puede quedarse en el banquillo.

—No sé de que va vuestro juego, pero no vais a acojonarme. Yo juego.

Xavi frunce el ceño, David sonríe. —Me gusta —anuncia —me lo pido.

—Lo he traído yo… —bromea Pau.

Por rara que parezca la charla, cuando llegamos todo resulta bastante normal y cotidiano. Estamos en una cabaña de madera en la que claramente no hay suficientes camas para todos, tal vez no tienen planeado dormir demasiado, pienso. Al rededor se ven las montañas rocosas, que se pierden en la base entre bosques de pinos. Hay una vista espectacular y el ambiente es desenfadado, Pau me presenta a los antiguos jugadores a los que no conozco, que me reciben con una actitud mucho más amigable. Jugamos un partido en un campo algo inclinado, encendemos una barbacoa, música, mucha cerveza, risas y charla. Nada inusual, al contrario, es agradable. Hay una complicidad envidiable entre ellos y me siento afortunado de que quisieran incluirme entre su círculo de amistad.

La noche nos alcanza con buena música y algo ebrios. Y empiezo a notar que el ambiente cambia, noto cierta euforia expectante que va apoderándose del grupo. Alguien está preparando una bolsa con tarjetas o algo así, aunque no presto mucha atención. Sin embargo, no se me escapa que algunos empiezan a comportarse como adolescentes a punto de trasgredir las reglas. —¿Qué pasa? —pregunto en broma —¿Vamos a jugar a la botella o algo así?

Todos ríen de una forma un tanto exagerada, forzada incluso. No ha sido tan gracioso, me digo, pero tampoco me importa, me siento bien.

David se me acerca — a llegado la hora de jugar ¿estás listo?

—¡Claro! —suelto en tono de borrachera —¡juguemos! —y todos vuelven a reír con gesto teatralizado.

—Somos impares —dice alguien.

—Eso es porque Pau ha traído a su amiguito—. Ese es Xavi que aún sigue dando por culo.

—Pues alguno tendrá que montárselo con dos.

Otro da explicaciones más técnicas —Vale, voy a poner un dos en una de las tarjetas, al que le toque, pues ya sabe…

Empiezo a mosquearme un poco y le pregunto a Pau —¿De qué va el juego?

Pero es David quien me contesta —Los guerreros de Alejandro Mango tenían un ritual antes de cada batalla. Estaban convencidos de que el semen los hacía invencibles —empieza a explicar, mientras que los chicos se turnan para sacar de la bolsa negra una de las tarjetas en las que no sé que hay escrito, pero que todos parecen comprender. —La noche antes de entrar en batalla se montaban una orgía, —sigue explicando, noto que el estómago se me tensa y empiezan a sudarme las manos — se follaban unos a otros para no desperdiciar su semen, que consideraban la fuente de su fuerza. Lo consideraban un acto de masculinidad total —definitivamente no me encuentro bien—. Durante cuatro años fueron el ejercito más temido de Europa. Eran invencibles, conquistaron dos tercios del continente formando el famoso imperio romano, y montándose unas orgías bestiales.

De pronto todos me están mirando, solo me queda a mi sacar una tarjeta y empiezo a tener la sensación de que todo aquello es un sueño. Meto la mano en la bolsa negra y saco una tarjeta con un círculo y un número dos al lado escrito a mano.

—Joder, lo habéis hecho a propósito —protesta Pau.

—Te juro que no —responde quien lleva la bolsa, aunque otros por detrás se ríen como colegiales.

—Es su primera vez, no me jodas.

—Ya, lo que pasa es que Pau lo quería para él solo.

—Las reglas son las reglas —insiste Xavi.

Pau me mira, y debe ver mi gesto de desconcierto —Oye, Matías, no tienes que hacer nada si no quieres ¿vale? Solo es u juego, pero no estás obligado a nada.

Entonces entro en una especie de trance en el que todo me parece que cobra un matiz de irrealidad. Alguien ha puesto música, las luces se vuelven tenues, Pau y David se han quedado a mi lado, pero solo observan conmigo mientras el resto comienza a desnudarse y ante mi mirada atónita comienzan a chuparse, lamerse, unos a otros, metiéndose las erecciones de alguno en la boca, restregando sus pollas alzadas como mástiles entre los muslos de otro. Y está pasando, aunque parte de mi se dice que no puede estar pasando, que debo estar más borracho de lo que creía, o que me he quedado inconsciente y estoy soñando. Y, sin embargo, lo más insólito de todo, es que estoy cachondo. Se me ha puesto dura y soy incapaz de dejar de mirar completamente hipnotizado con la forma en la que esos cuerpos se soban unos contra otros, se buscan, y se sumergen en una cacofonía de gemidos, movimientos húmedos y rítmicos.

—¿Estás bien? —me pregunta Pau. Y entonces me doy cuenta de que siguen los dos a mi lado. Somos los únicos que continuamos vestidos, y queda claro que esperan algo de mi —En serio, Matías, no pasa nada si quieres marcharte…

—No —le corto. Y me sorprendo a mi mismo con mi respuesta. El caso es que estoy muy excitado con todo lo que esta pasando, y la idea de que pase algo más no parece tan descabellada —¿Qué tengo que hacer? —y al decirlo noto como el deseo arde en mi pelvis y el corazón se me embala como una ametralladora en el pecho.

—Sí que sabes escogerlos, capullo —le dice David a Pau.

—¿Estás seguro? —Pau me mira con cierta preocupación.

—Ha dicho que si, joder, Pau… si lo está deseando.

Y es cierto que la respiración se me ha acelerado tanto que puede que me esté sobre oxigenando, pero no tengo prisa por ir a ninguna parte.

—Anda, vamos a una habitación —propone Pau, y mientras los sigo alejándonos del salón central no puedo apartar los ojos de la escena en la que ya unos cuantos están moviendo las caderas de forma rítmica, follándose a alguno de sus compañeros que no acabo de distinguir, pues los cuerpos se mezclan y se confunden entre la penumbra. Jamás en mi vida había visto una escena semejante, sexo en vivo, de esa forma tan expuesta, sin tapujos, sin mediaciones, como una película.

Casi tienen que arrastrarme a una de las habitaciones, y cuando cierran la puerta el espectáculo de la orgía queda oculto, y estamos los tres a solas. Pau aun me observa con inquietud, como si se arrepintiera de algo. David, sin embargo, lo tiene claro y es quien empieza a dar órdenes—. ¡Desnúdate! —dice, y yo obedezco. Por alguna razón la idea de que me mande, y de que estén pensando en usarme como un juguete sexual me excita de una forma que jamás habría esperado. Noto que estoy temblando, y al mismo tiempo, estoy deseando saber como sigue aquello. —¿Estás seguro de que no se ha estrenado? —pregunta David al ver mi polla encendida en todo su esplendor cuando al fin me planto completamente desnudo ante ellos. —Tú has hecho esto antes ¿verdad?

—Yo… no…

—Creo que deberíamos comprobarlo ¿no te parece, Pau? ¡Date la vuelta! —me giro y les ofrezco mi espalda —¡inclínate! — Me apoyo sobre una repisa junto a la pared dejando mi culo expuesto. David empuja sutilmente mi espalda hasta que quedo en una posición casi perpendicular, dejando mis glúteos ligeramente abiertos. David no se corta, se agacha detrás de mí, y con las manos abre aún más mi culo para dejar a la vista mi abertura —oooh, mira… —le escucho gemir —ese agujero tan pequeñito…. Mmmm… precioso… —y cuando pasa uno de sus dedos suavemente por mi ranura no puedo evitar gemir —¡Joder! ¡qué guarra eres! lo estás deseando ¿Verdad?… ¿eh? Di ¿quieres que te follemos los dos?

—Si.

—No te he oído.

—¡Sí!

—Pídelo por favor.

—Por favor…

Dios, no puedo más, mi glande está rozándome el ombligo, empieza a gotear, no sé qué es lo que me está pasando, pero ardo en deseo. David me tira del pelo con fuerza hacia atrás.

 —¿Vas a ser un buen chico?

—Sí. —Joder, sí, mándame, pégame, haz lo que te de la gana, joder, no puedo más… y escucho la risa satisfecha de David, como si me hubiera leído la mente.

Entonces escucho como se baja la cremallera, los pantalones, y no tarda mucho antes de que note su glande sobando mi raja, amagando con mi entrada, y vuelvo a gemir de forma descontrolada. —Pero que pedazo de zorra eres, joder. ¡Cómo me gusta!

—Espera —lo detiene Pau —deja que lo prepare.

—¿Por qué? Lo está deseando.

—Venga, David, le vas a hacer daño.

David se aparta, y ahora es Pau quien se agacha detrás de mí, y me giro porque quiero verlo. Nuestras miradas se cruzan un instante, y veo que aún lleva ese gesto pensativo. Pero es solo un instante, luego, sus manos sobre mi piel casi me queman, y entonces, una sensación inesperada, novedosa e increíble, su lengua sobre mi orificio. Ahora lo que suelto es casi un lamento de placer. Joder, quiero más de eso. Y no necesito pedirlo pues no tarda en volver a hacerlo, esta vez su lengua entera recorre mi raja, y vuelve al ataque chupando, lamiendo mi agujero mientras sus manos estiran mi piel casi hasta el límite, dejando vía libre a su boca que se esmera en lamer, y yo no puedo evitar exclamar: —¡Ooooh, joder!… —es una sensación deliciosa, y tan portentosa que me nubla la mente. No puedo dejar de jadear y gemir deseando que siga, deseando que vaya a más. Y de pronto, algo entra, un ligero dolor me sacude tras la invasión inesperada de lo que imagino que es uno de sus dedos. Sin darme cuenta mis caderas han empezado a moverse también en busca de más, lo quiero sentir, y ya nada más ocupa mi cabeza, he dejado de preguntarme qué esta pasando o intentar darle significado, solo sé que quiero que siga. Y Pau parece saberlo también, y pronto son dos y luego tres los dedos que entran y salen dilatando mi orificio, tensando la piel que se esfuerza por adaptarse a la invasión. Y algo frio en lo que ha untado sus dedos les permiten deslizarse con suavidad.

—Déjame a mi primero —advierte David. Recordándole a su compañero que está aguardando a que termine.

Sin sacar sus dedos de mi esfínter, Pau se incorpora y se acerca a mi oído. —¿Cómo vas? ¿Quieres seguir? Si quieres que lo dejemos, no pasa nada, puedes decirlo…

—No —le indico escuetamente.

—Deja de disuadirlo, Pau. Si lo está deseando. —David aparta a Pau y se coloca detrás de mí, su polla dura choca con mi piel desnuda. —¿A que sí? Estás deseando que te follemos los dos ¿verdad?

Joder… si que lo estoy deseando. Y no alcanzo a decirlo cuando noto algo mucho más grande abriéndose paso, estirando mi piel repentinamente hasta que creo que se romperá. Duele. Pero no quiero que pare. El dolor se hace más intenso mientras empuja su polla un poco más a dentro. —Aaah — no puedo evitar gritar al notar la trasgresión en mi esfínter. Durante un momento sale, casi del todo, y me permite un alivio temporal, antes de volver a embestir, con más profundidad esta vez.

—Oh, joder, que bueno… —gime él mientras yo suelto un ligero grito de dolor —estás tan estrecho… joder… oh, si…

La polla grande y dura de David esta entrando y saliendo con vehemencia de mi cuerpo, puedo escuchar el sonido de nuestras pieles chocando, el roce, los jadeos, las piernas me tiemblan, siento un dolor intenso, aunque va aliviándose ligeramente mientras mi cuerpo se adapta a la penetración. Sus manos me agarran con fuerza de la cadera, y mi polla también esta dura, gotea sin parar y siento la necesidad imperiosa de correrme. Quiero tocarme, pero sigo demasiado concentrado en las embestidas. Entonces David me libera, y siento cierto alivio cuando sale de mi cuerpo. —Te toca— le escucho decir. Y entonces es Pau quien me agarra con las manos y es su polla ahora la que entra, con mas suavidad que la de David, no duele tanto, y yo comienzo a gemir sin parar mientras es Pau quien me embiste una y otra vez.

Durante un rato, no sabría decir cuánto, se turnan para follarme, y hay algo en esa forma de tratarme, esa forma abusiva, utilitaria, que me resulta absolutamente excitante. El dolor no me importa, porque noto el calor acumulándose en mi pelvis, y sé que estoy al borde del orgasmo. Pero es más que eso, me siento vivo, enardecido como jamás me he sentido antes. Es una borrachera de sexo, incitante, un hambre de deseo que no había sentido antes. Cuando no puedo más, los dos se ponen de acuerdo para parar. —De rodillas —ordena David, y yo obedezco. Me arrodillo frente a los dos, que están aun con las camisetas puestas, y los pantalones a media pierna, sus pollas aún duras entre sus dedos. Empiezan a masturbarse, junto a mi cara y yo aguardo expectante. Empiezo a masturbarme también mientras veo sus pollas grandes y rosadas agitarse sobre mi cara. Y mi boca está semi abierta cuando el semen primero de David y luego de Pau sale disparado sobre mi cara, mi boca, mi pelo, y entonces noto el calor de mi pelvis acumulándose hasta que estallo en un orgasmo brutal. Y todo es una fiesta de secreciones, de líquido cálido y blanquecino desparramándose por mi cara y mi cuerpo.

—La hostia, novato… vaya polvazo… —suelta David y yo sonrió. El único que sigue sin parecer muy convencido es Pau. Aunque también se ha corrido de lo lindo sobre mí.

La orgía acaba con todos sus participantes en la piscina, y me siento uno más entre las bromas y peleas, esa forma de jugar tan de niños, estoy ebrio, no de alcohol, de otra cosa, algo nuevo y emocionante. Pero me doy cuenta de que Pau no está en la piscina.

De madrugada acabamos durmiendo todos en cualquier parte, medio en pelotas, compartiendo camas sin pudor. Caigo rendido, casi inconsciente. Y, sin embargo, unas horas mas tarde me despierto, con el calor del sol entrando por la ventana. Está amaneciendo. Me han dejado casi sin sitio en la cama y estoy incómodo. Me levanto medio grogui en busca de un lugar para dormir, caminando por encima de cuerpos que descansan desorganizados y semidesnudos por el suelo, las camas o los sillones. Recupero mi camisa, y al ir a ponérmela, descubro a Pau sentado en el jardín a solas junto a la piscina, vestido y con una taza de café.

—Buenos días —lo saludo, sentándome a su lado.

Él me mira con una sonrisa que apenas escapa en una esquina de su boca. —¿Has conseguido dormir?

—No mucho…

Nos quedamos en silencio, él me ofrece café. Yo bebo un trago. Está amargo y sin leche, justo como me gusta, me calienta el pecho al beber y sienta bien. Los demás duermen y la intimidad que se crea en ese silencio compartido con Pau me gusta. Pienso en un par de cosas que decir, pero las descarto porque son superficiales, y en realidad no me interesan, no quiero estropear el momento con una pregunta estúpida. Pero hay algo que sí necesito saber: —¿Cómo empezó? Lo del juego.

Pau bebe un poco del café que ya se ha vuelto de los dos antes de contestar. —Borrachos y hablando de Alejandro Magno. —Y los dos reímos.  —El caso es que ese año ganamos la liga. Arrasamos. Y llevamos ganando cada año desde entonces.

—¿En serio? Entonces ¿funciona?

—No tengo ni idea… La verdad es que lo dudo. Pero se ha vuelto casi una superstición… montarnos esta fiestecita antes de que empiece la liga.

—¿Solo esta noche?

—Solo esta noche.

Y descubro que eso no me gusta. Volvemos a quedarnos en silencio los dos, pero la atmósfera se ha ensombrecido. —Y ¿Si quisiera repetirlo?… Solo contigo —me atrevo a decir, aunque me asusta mirarlo a la cara.

Pau tarda en responder, puedo escuchar su respiración. —No es buena idea.

Entonces sí le miro, pues no es una negativa rotunda. —¿Por qué?

Ahora es él quien aparta la mirada, —son las reglas. —Me inclino hacia él y cuando vuelve a mirarme nuestras bocas están apenas a unos centímetros de distancia. Tengo ganas de besarle. Amago con acercarme y él se aparta. —Besos no —indica, aunque en su gesto noto cierta tristeza, la misma que he percibido en él desde la noche anterior—. Son las reglas.

—A la mierda las reglas.

Él vuelve a mirarme, y nuestros ojos se quedan enganchados. Puedo notar su aliento sobre mis labios, y percibo su tensión, y sé que yo también estoy nervioso, pero ya nada nos detiene y nuestros labios se juntan, me gustan sus labios, son suaves y cálidos. Nos besamos casi de forma imperceptible, y su aliento invade mi boca justo antes de que lo haga su lengua, y al notar la humedad invasora en mi boca, una ráfaga de electricidad recorre mi cuerpo mandando una señal inequívoca a mis genitales. Rodeo su nunca con una de mis manos porque quiero más, y entonces nuestras bocas se beben sedientas con ansia, y mi cabeza se llena de imágenes de la noche anterior. Y quiero sentirlo, quiero su cuerpo y su polla entrando dentro de mí, es en lo único que puedo pensar. —Joder, fóllame… —Nos ponemos de pie, y Pau me empuja sobre una mesa y está encima de mí, besándome, restregando sus manos por mi cuerpo, metiéndolas por debajo de mi camiseta, buscando mi erección con una de sus manos, con su lengua invadiendo mi boca hasta mi garganta. Y ya no podemos detenernos, Pau se baja un poco los pantalones, yo hago lo mismo, sin desvestirnos, solo lo suficiente para que su polla dura entre por mi orificio una vez más. Y duele un poco, aunque no tanto como la primera vez, pero me da igual porque necesito sentirlo dentro, necesito ver como se corre dentro de mí, es una necesidad más fuerte que nada que haya sentido jamás. Pau está moviendo sus caderas, no demasiado fuerte, apenas un movimiento sutil que busca sin freno la liberación del orgasmo, como hago yo también, agarrando mi polla para acariciarla, arriba y abajo, al ritmo de Pau, y estamos tan ardientes que no tardamos nada en llegar, como si fuese algo que hubiese quedado pendiente aquella noche. Y un gemido silencioso se hunde en mi garganta cuando noto que Pau se está corriendo dentro de mí. Y basta ese sonido de su voz para llevarme a mí también al orgasmo, nuestros cuerpos se tensan juntos, apretándonos con fuerza el uno contra el otro, sintiendo la profundidad del acoplamiento de nuestros cuerpos como si fuera una entrega absoluta el uno del otro. Y no es solo sexo, lo sé, no necesito que me lo diga, su aliento su respiración, su boca la forma en la que su cuerpo busca el contacto con mi piel lo dice todo. Y sé que yo siento lo mismo.

En ese momento nuestros ojos se ponen de acuerdo para volver a adherirse. Y al mirarnos, y al comprender, se nos escapa una sonrisa a los dos. Pau vuelve a besarme antes de incorporarse y salir de mí. —Más vale que nos vistamos antes de que se despierten — dice sin perder su sonrisa. Una sonrisa preciosa que se me contagia inevitablemente. El sol empieza a calentar y a alumbrar el salón en el que todavía duerme el resto desparramados por cualquier parte. Nos acomodamos la ropa. Pau humedece una toalla en la piscina para limpiarse un poco, luego se acerca y me limpia a mí también con ella. Cada vez que nuestros ojos se cruzan sonreímos como idiotas. Pau ya no parece tenso, ha perdido su gesto apesadumbrado y está tan guapo y radiante como siempre. Se acerca un poco y volvemos a besarnos con delicadeza. Y entonces….

—¿Qué cojones…?

Pau se aparta bruscamente, yo me vuelvo para encontrarme con la mirada condenatoria de Xavi.

—¿Qué pasa? —pregunta alguien desde el fondo.

—Estos dos maricones se están besando.

—No estábamos haciendo nada —se defiende Pau.

—Y una mierda, os he visto, os estabais morreando y metiendo mano.

Su reacción me deja confundido. —Espera —le digo —¿Tú no eras el tío que tenía una polla en la boca anoche?

—¿De qué va este tío? —grita Xavi fuera de sí. Por un momento creo que va a pegarme, pero Pau se interpone entre los dos.

—Xavi, no ha pasado nada ¿vale? Déjalo estar.

—¿Y qué si ha pasado algo? —le suelto sin comprender nada.

Pau se gira hacia mi con gesto de advertencia —no hablamos de eso, Matías, el juego a terminado, y no se habla del tema, son las reglas. —Para entonces ya se han desperado todos, o la mayoría, con el jaleo y se han acercado a la piscina a observarnos con curiosidad.

Tengo que reírme porque aquello es completamente ridículo —¿Vais en serio? No me jodas —los miro uno a uno, esperando que empiecen a reírse o algo, porque tiene que ser una broma. Sin embargo, solo me encuentro con gestos serios que me miran fijamente.

—¿No le has explicado las reglas a tu amigo, Pau? —Xavi vuelve a la carga.

—No es mi amigo —suelta Pau, y me giro para mirarlo a los ojos.

—Venga, ya, Pau —le digo —pasa de esta mierda.

—Sabía que este tío nos iba a joder.

—Oye, tío —me dice David bajando en tono conciliador —aquí la mayoría tenemos novias ¿vale? Esto es solo un juego, y el juego ha terminado. Lo hacemos por el equipo, eso es todo. Necesitamos saber que nadie se va a ir de la lengua.

—No tengo ningún interés en joderos con vuestras novias, pero no me digáis lo que pudo o no puedo hacer.

—¿Y el equipo? —aporta alguien más.

Entonces me giro hacia Pau, es el único que me interesa —Pau, pasa de esto, larguémonos. —Pero el gesto apesadumbrado de Pau ha vuelto.

—La liga empieza pasado mañana… —susurra él.

—¿Y qué? Solo es un juego. —Me acerco un poco más a él, quiero que me mire.

—¡Pau! —David suelta su nombre en tono de advertencia, y Pau baja la mirada.

 Me vuelvo hacia el grupo, me están cabreando mucho —¡Dejadle en paz, joder!

—Somos un equipo.

—¡Estáis mal de la cabeza!

Vuelvo con Pau, rodeo su rostro con mis manos —mírame, Pau. —y nuestros ojos vuelven a encontrarse —¿Qué tal si salimos y hablamos un rato? Solos tú y yo…

—Vale… —responde, y nos ponemos en marcha, pero para salir de la casa tenemos que cruzar el salón.

—Pau ¿Qué crees que estás haciendo? —oigo decir a alguno, en ese tono posesivo de advertencia, pero yo lo agarro con fuerza de la mano, y tiro de él en dirección a la salida. Mientras cogemos algunas de nuestras cosas, una cartera, las llaves del coche, la chaqueta, el resto nos sigue con ese rollo de secta maléfica que tienen.

—¿Qué van a decir tus padres, Pau? —Suelta otro y la amenaza surte efecto, Pau se detiene y puedo notar sus reticencias.

—¿En serio vais a jugar a las amenazas? —les digo enfrentándome a ellos —Porque os recuerdo que no estáis en una buena posición negociadora…

—Matías… —me corta Pau —no hagas eso…

—¿Por qué? ¿Qué van a hacer? ¿matarme y descuartizarme en algún tipo de rito satánico?

—¿Qué…?

David suelta una carcajada —¡No digas gilipolleces!

—Vale, pues dejarle en paz. Solo vamos a salir y marcharnos… podéis seguir con vuestra fiesta o lo que sea. Nos vemos en el partido.

Y mientras lo digo voy tirando de Pau hacia la puerta, y no estoy ni la mitad de tranquilo de lo que finjo estar, porque estos tíos me dan muy mal rollo.

Nos siguen con la mirada hasta el coche, y juro que, si en ese momento se transformaran en zombis e intentaran devorarnos, no me sorprendería. Subimos al coche bajo la atenta mirada del grupo de jovenes atletas que parecen confundidos con lo que está sucediendo, tal vez preguntándose si esto que estamos haciendo cambia el significado de su afición a las orgías. Pero esa es una charla para la que no pienso quedarme.

Pau arranca el coche y al fin nos ponemos en marcha por el camino de tierra, dejando atrás a los jugadores del equipo. Mientras nos alejamos puedo verlos aún, algunos empiezan a hablar entre ellos, otros vuelven a entrar a la casa, alguno parece estar discutiendo algo, pero ya no veo mucho más, al bajar la colina los pierdo de vista y me vuelvo hacia Pau que conduce con la mirada fija en el camino.

—Y ahora… —me dice casi en un suspiro —¿Qué hacemos?

Pienso un momento antes de contestar —¿Qué tal si vamos a desayunar algo? Me muero de hambre.

Pau se ríe y a su rostro vuelve esa sonrisa abierta que desvanece toda la tensión anterior.

—Eso es lo que me gusta de ti —dice —haces que todo parezca sencillo.

—Tal vez lo sea.

Volvemos a mirarnos y a sonreír un instante antes de que el vuelve la vista a la carretera.

—Ojalá lo fuera… —dice y la sonrisa desaparece. Y pienso que no quiero que nada ni nadie haga desaparecer esa sonrisa.

—Es raro ¿sabes? … pero la idea de sentir algo por ti, no me asusta.

Pau se ha puesto serio. De golpe frena el coche en medio del camino que lleva a la carretera. Me mira con gesto serio y por un instante temo que se esté arrepintiendo. Pero entonces habla: —¡Bésame! —ordena, y yo cierro los ojos al lanzarme a besarlo, y siento sus labios sobre los míos, sus manos en mi cara, su lengua en mi boca y…. ¡joder!

Un relato de Laurent Kosta

Pintura de @kaspergkasperk

SIGUE LAURENT KOSTA PARA NO PERDERTE SUS RELATOS

¿TE HA GUSTADO ESTA HISTORIA? ¿QUÉ TAL UNA NOVELA DE LAURENT KOSTA? EMPIEZA A LEER AQUI: Montañas, cuevas y tacones (ebook) | Ediciones el Antro | Mucho más que novelas homoeróticas

14 comentarios sobre “JUEGO DE NIÑOS

  1. Me encanta este pequeño relato, como todos los de Laurent. Me atrapan desde la primera frase y siempre ne quedo con ganas de más.
    He leído todos sus libros y los recomiendo todosss. Ahora estoy esperando la historia de Víctor, que se está haciendo de rogar.
    Gracias!

    Le gusta a 1 persona

  2. Me encantan todos y cada uno de tus relatos. Y lo que más me gusta es la naturalidad, lo diario, personas normales que andan por la calle porque estoy de vampiros, alfas, omegas, shiffters, etc …un poquito hasta el moño. Claro, supongo que tienen su público…pero una gran cantidad de los relatos homoeróticos van por ahí…y a mí me cansan. Por ello, flipo con los tuyos: con su humor, su misterio, sus enredos, anunque sean relatos cortos, pero más de andar por casa aunque lo de «normalidad» algunos… jejejejeje.
    Gracias por esa imaginación tan desbordante que compartes con nosotr@s. Salud y p’ alante!!!
    😂😂❤️❤️❤️🌈🌈

    Le gusta a 1 persona

    1. Te doy la razón totalmente. La fantasía no me va para nada, lo mío es el realismo, y en las novelas, ademas de mantener la cotidianidad de los personajes, su cercanía, me gusta profundizar en temas de trasfondo social.
      Gracias por seguirme y comentar!! 🙏🏼

      Me gusta

  3. Primer relato. Virgen de Laurent. Y casi literal del resto. Atrapante manera de espejarme en mi primera y única vez. Prometo ir por más… También en tu lectura. Agradecido por hablarle al oído a mis deseos.

    Me gusta

Replica a Laurent Kosta Cancelar la respuesta